Caminar por las calles de Madrid durante las horas de
la noche en los días más largos del año se convirtió en una actividad de
práctica consciente. La atención alerta era una constante para no extraviarme y
disfrutar cada centímetro de la ciudad. Caminé hasta siete horas seguidas desde
la estación de la plaza España para llegar a muchos puntos distantes. Por
cuentas de esas largas caminatas merecí el remoquete de Forrest Gump de parte
de mis compañeros de trabajo.
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